Desde hace
varios años, cada vez con mayor conciencia y compromiso de diversos actores, se
viene desarrollando en Chile una forma de educación que, a mi juicio, representa
con mayor nitidez que en otros casos los valores esenciales y el sentido de la
educación.
Es así
como, a la fecha, ya existen cerca de cincuenta aulas hospitalarias en el país
con una atención promedio de 25.000 niños al año. Estas cifras, todavía
insuficientes, son el resultado de un compromiso muy fuerte de profesores
sensibilizados con el carácter inclusivo de la educación entendida como un
derecho social; es decir, conducida al ”pleno desarrollo de la personalidad
humana y de su sentido de dignidad”. Y como lo establece, en particular, la
Convención sobre los Derechos del Niño, aprobada por la Asamblea General de
Naciones Unidas, el 20 de noviembre de 1989, suscrita por Chile y otros 191
países.
La
Pedagogía Hospitalaria es una de las formas más bellas de la educación, porque
representa un valor en sí mismo, centrado en el más genuino amor al sentido de
lo humano. No existe aquí otro interés que acompañar al otro en su crecimiento
espiritual en un contexto de adversidad, interviniendo solidariamente la acción
de la ciencia médica.
Más allá
del proceso de entrega de determinados contenidos curriculares, se busca un
efecto de bienestar emocional y calidad de vida que superan la condición de
paciente de los niños y jóvenes hospitalizados. Su autoestima, sus ganas de
vivir; su libertad, al fin y al cabo, porque sus aprendizajes, incluso son de
mejor calidad y, por lo tanto, con mayor potencia de ser, dado el carácter
personalizado de su atención.
Aquí no hay
selección ni lucro ni Simce; ni religión ni ideologías, ni todo aquello que los
rodea. Aquí son todos iguales en su especial diversidad. Las escuelas
hospitalarias se están ganando su espacio, porque nadie podría discutir el
fundamento ético de su modalidad educativa ni ignorar el gozo mutuo de este encuentro humanizado
entre profesor y alumno. Efecto gratificante que alcanza a sus familias y
produce una sutil, aunque poderosa sinergia entre pedagogía y medicina.
En tiempos
de Reforma Educacional, la pedagogía hospitalaria debe tener el justo y
merecido lugar en las conversaciones del poder, en el sentido de reconocer su
singularidad y, por lo mismo, de otorgar un tratamiento diferenciado a la hora
de asignar recursos.
La
pedagogía hospitalaria es una de las formas más bellas de la educación, porque
tiene mucho de amor y de alegría. Porque da mucho de sí y no espera nada a
cambio. Eso sí, a veces deja dolores en el alma cuando un profesor va a dar su
clase y se da cuenta que su alumno, que mucho ha sido, ya no estará más.
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